El 20 por ciento del suelo en España ya es semidesértico

El 20 por ciento del suelo en España ya es semidesértico

Según la Estación Experimental de Zonas Áridas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el cambio climático y las sequías serán cada vez más continuas. Obviamente, todo esto tiene una conexión directa con la desertificación. Este proceso se da en zonas áridas en las que, además, no hay que olvidar las actividades humanas que sobreexplotan el recurso con los cultivos o el ganado. La consecuencia es la degradación de las tierras: el terreno queda agotado y estropeado y ya no tiene capacidad de regulación.

El CSIC alerta de que la desertificación no produce desiertos sino degradación del suelo. “Si se originara desierto sería menos problemático porque es un tipo de sistema estable, un ecosistema maduro. Si se quiere ver un desierto hay que irse a Sonora (EEUU)”, exponen desde el CSIC.

La ONU, con motivo del Día Mundial para Combatir la Desertificación y la Sequía, recuerda la gravedad de la pérdida de suelo fértil (los problemas para la futura producción de alimentos. Este año ha puesto foco de atención en la gestión sostenible del mismo.

“La restauración de ecosistemas degradados puede conducir a la absorción y almacenaje de hasta 3.000 millones de toneladas de carbono cada año. Las previsiones dicen que, en 2025, 1.800 millones de personas vivirán una escasez absoluta de agua y dos tercios de la población no dispondrán de suficiente recurso”, comentan desde la ONU. También señala que el uso de suelos representa casi el 25% de las emisiones globales de CO2.

El kiribati de Europa
España es el país de Europa más expuesto a la desertificación. Según el informe “Así nos afecta el cambio climático”, realizado por Greenpeace a finales de 2018, la desertificación es consecuencia directa de la intervención del hombre: “El 75% del suelo de la Península es susceptible de sufrirla.

Además, un 20% del terreno ya se puede considerar desértico. La sobreexplotación de los recursos hídricos, las malas prácticas agrarias en zonas de pendiente, el sobrepastoreo, la agricultura intensiva y la urbanización irracional resultan también responsables de esta situación”. El reto para nuestro país es enorme: hay que buscar el equilibrio entre asegurar la producción de alimentos y no aumentar más la presión sobre el agua.

Zonas castigadas
Según el CSIC, en España hay un 1% de territorio que sufre degradación activa. Estas zonas activas son las de regadío de Bajo Aragón, las dehesas extremeñas, los regadíos bajo plástico de Almería y las zonas donde se subsidió olivos y almendros casi en intensivo, como en Jaén o este de Granada.

Los síntomas de desertificación en la Península son variados: un 33% de territorio es desertificación heredada. Un ejemplo está en Almería donde la cubierta forestal del siglo XIX fue explotada por la industria minera y ha dejado el terreno degradado. La zona está estabilizada y tardará en restaurarse.

En regiones como Castilla-La Mancha se concentró la producción en dos o tres cultivos y ha aparecido el síndrome de la agricultura de regadío; se ha acabado con el agua y así encontramos situaciones como la de las Tablas de Daimiel. También se desertifican las dehesas extremeñas, y la zona de los Monegros en Aragón tuvo un momento de expansión de cultivos en regadío, alimentados con agua del Pirineo.

Pero no todo es malo. Ya que un 30% del territorio español está reverdeciendo. La causa: el despoblamiento rural. Pero cuidado porque una consecuencia de eso es la profusión de incendios forestales, porque el monte tiene mucho material y los bosques necesitan ser gestionados.

En general, la opinión de los expertos es que no se está haciendo gran cosa para frenar la desertificación ni en España ni en Europa. Es muy difícil parar un sistema que se encuentra en pleno crecimiento y que, además crece de forma tumoral y desordenada. Conocemos el mecanismo de actuación, pero las decisiones políticas muchas veces no se toman a largo plazo.

Fuente: La Razón

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